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sábado, 10 de octubre de 2015

Fear the Walking Dead: Review del episodio 1x03 "The Dog" (El perro)

Tras un segundo capítulo de enfrentarse a la realidad y un parón para meditar sobre lo que nos espera en los inicios de la barbarie zombie, arrancamos la semana con cambios importantes. Nuestros protagonistas se topan de cara con la realidad, aquello que sólo eran rumores del freak de la clase ahora llama a su puerta y viene muy hambriento.

Arrancamos la sesión con nuestra familia numerosa dividida: por un lado tenemos al padre preocupado en huir sin aceptar muy bien qué le ocurre a la gente. La mentalidad de negación sumado a la ultraprotección justificada siguen encerrados en una peluquería anti zombies improvisada. Pero aquello no va a durar mucho, y con los primeros síntomas de nerviosismo entre su recién descubierta familia adoptiva y la manifestación “luchemos por los derechos de los caminantes” la cosa se pone interesante.

Por otro lado tenemos a la super-mother del año, que además de ir a por su alijo secreto es capaz de amenizar la primera noche del apocalipsis con un Monopoly. La cabeza de familia tiene puestos los pantalones y es más realista en cuanto a las circunstancias que les rodean: teme lo que no conoce pero tampoco se lo piensa dos veces a la hora de asaltar casas y/o partir cráneos.
Mientras unos corren desesperados hacia un medio de transporte que les saque del “infierno” (con lesionados por el camino), otros aprovechan para hacerse a la idea y comenzar a dudar de todo lo que les rodea. A excepción de Alicia claro, que vive en su mundo adolescente de enamorada de un caminante incapaz de darse cuenta de que un zombie se quiere comer a su madre.
La dualidad nos permite observar esos pequeños cambios que son la antesala de la destrucción total de la humanidad a base de mordiscos. El viaje en camioneta al hospital más cercano (reacción más que lógica) nos enseña que en realidad son el lugar donde más infectados habrá, donde el pánico se apoderará de la gente que se queda sin auxilio. Una mujer en bata, tiroteada varias veces hasta su derrumbe, es lo único que necesita Daniel Salazar para darse cuenta de qué está pasando. Y parece mentira que con tanto Hollywood y paranoico suelto, sea la cultura latina la que no pestañee dos veces antes de aceptar que el Día del Juicio Final zombie ha llegado.
Por otro lado tenemos al Team-Monopoly, que refleja esa supervivencia de barrio, donde todo aquel con mucho apetito carnal será un conocido tuyo. Lejos de la brutalidad y la inmensidad social, nos acerca al conflicto interno y cercano, el enfrentamiento cuerpo a cuerpo. Con los ladridos que dan nombre al capítulo saltan las alarmas, y es entonces cuando Nick en un alarde de lógica decide allanar la casa contigua para armarse hasta los dientes (y que el yonkie sea el único sensato dice mucho de esta serie...).
Como es normal no todo va a salir perfecto en nuestro primer asalto del caos: te dejas la puerta abierta con un perro dentro que ladra al son de “entrar a comerme, malditos caminantes”, sales corriendo y te dejas los cartuchos, dejas a tu hija-no-tiene-ni-idea-de-que-está-pasando atrás y por su fuera poco, apuntas con un arma que no sabes usar. ¡¡Premio a los supervivientes!! A todo esto la familia se junta de nuevo para limpiar el salón de zombies. Menos mal que el peluquero entiende de ataques caníbales y le peina las cejas al vecino revivido.
Los adultos comienzan a reconocer aquello que parece imposible, esa trama lejana de las películas de terror ahora está ocurriendo. Ha llegado el momento de tratar las cosas claras, de imponer la ley del más fuerte y de matar a todo aquel que me mire con ojos golosos. La gente muere y vuelve. Y esa persona que te cuidaba de pequeña ahora te ve como una pechuga de pollo.
Que recuerdos de aquellos comienzos en los que todavía había dudas sobre si matar a un muerto viviente era inmoral o no. ¿Existirá una cura, hay alguna opción para devolverle a la normalidad? ¿Es asesinato o supervivencia? ¿Mi humanidad o mi familia? ¿La moralidad es un síntoma de debilidad? Ese momento martillo-vecina, mezcla de piedad y necesidad de sobrevivir, se ve eclipsado por el imperativo de buena voluntad. Distintas opiniones se cruzan en este grupo y todas ellas son válidas.

Cuando parece que sus caminos empiezan a separarse la ley de “nunca dejes a un zombie vivo si puedes matarlo” nos golpea en la cara con el regreso de ese marido a los brazos de la caminante Susanne. Resuena un “te lo dije” mientras Madison ve realizados sus peores miedos.... o eso pensaba antes de que entre en acción el ejército. El sonido de la salvación viene en forma de armas automáticas y camuflaje: el símbolo de la esperanza y de las respuestas que todos están esperando, cuando en realidad ya sabemos que ni son una cosa ni la otra.

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