Hace siete días nuestro grupo de supervivientes favorita se
adentraba en los muros de Alejandría, aparentemente un resquicio de humanidad
donde hay cabida para un nuevo comienzo. Tras un afeitado y mucha tensión es el
momento de “Olvidar”, ¿o no?
Rick, Carol y Daryl no se fían ni un pelo. En una de sus reuniones top secret aparece un comecerebros marcado cual ganado con una misteriosa “W”. Mientras unos buscan la forma de trazar un Plan B de reconquista “por si las moscas”, Sasha se vuelve una yonkie de la adrenalina con un cartel a la espalda que pone “dame una colleja”: con la pérdida de la prisión, la muerte traumática de Bob, y después del bueno de su hermanito Tyresse, la pobre no sabe ni por dónde empezar a soltar la sed de venganza. Demasiados cambios que han rematado sus ganas de matar con una comunidad de vecinos extremadamente perfecta.
Y como aquí la mayoría se siente como un tigre en una rueda para
hámster, Daryl también busca consuelo en el salvajismo y peligro exterior. En
uno de sus paseos antisociales aparece Aarón para acompañarlo a la búsqueda y
captura de conejos, mientras le suelta lo que parece un sermón sobre la
importancia de tener amiguitos. Queda patente la torpeza con la que se mueven
estos (milagrosamente) supervivientes del apocalipsis zombie, frente a la
destreza innata de nuestro poncho motero. La versión de “El hombre que susurraba a los
caballos” con chaleco de cuero y greñas, nos toca la fibra.
Entre aquello que sí quieren darle una oportunidad a esto de
jugar a las casitas, Michonne redecora la casa y cuelga la catana para estrenar
su placa de mujer de ley. Denna les ha invitado esa noche a una fiesta en el
honor de los nuevos miembros de la comunidad-secta, el empeño de la dirigente
por recalcar el futuro prometedor de su gobierno/civilización/junta de
vecinos/comunidad de traumatizados, da cierto repelús y nos hace desconfiar.
Tal vez sea un símbolo de la libertad y el libre albedrio,
de la posibilidad de no ser domado ni aun seguir rodeados de zombies. O quizás
quieran que pensemos en la esperanza de encontrar algo que no se ha corrompido,
que puede encontrar un nuevo comienzo. El caso es que ambas traducciones se
verán cruelmente aplastadas cuando un grupito de caminantes hambrientos dé caza
a Botones, dejando esa sensación de soledad y desesperanza mientras nos
muestran la eficiencia y química del Team Daryl-Aarón.
Y si rematar caballos no une, unos espaguetis seguro que sí.
Con su peculiar e incivilizado tacto, nuestro querido Mr. Ballestas se apunta a
la cena para descubrir que le tienen preparado un destino que le va como anillo
al dedo: ser un reclutador, con su propia moto restaurada, vagando por la
tierra haciendo lo que quiera. Sin tener que acudir a reuniones sociables con
camisa ni dejando en el cajón de la ropa limpia su instinto. La debilidad no
pega con nuestro tío duro, y parece que ha encontrado su sitio en la comunidad.
Al mismo tiempo se desarrolla la Welcome Party donde corre
el vino y los marujeos de vecindario. Que alegría ver a Carl debatir sobre
competiciones de consola, a Maggie (futura mano derecha del gobierno regional)
charlando con sus amiguetes, a Abraham poniéndose piripi, a Sasha explotando
cual energúmena y a Rick arrimando cebolleta a la primera de cambio. Y es que
la vida en sociedad parece que no solo te nubla el instinto, sino que te lava
el cerebro en un pis pas.
Pero mientras todos parecen encontrar su sitio, nuestra dama
invisible, que lleva todo el día dejándose caer por la despensa para “hacer
galletas”, se cuela de nuevo para llenar
el saco de armas. Carol disimula con su carita de perfecta vecina cuando lo
único que piensa es: a) si en el fondo están locos necesitamos armas para
defendernos, y b) si son tan perfectos como parece es que son débiles, y
necesitamos armas para echarlos. Y nos regala uno de los mejores momentos del
capítulo con su discursito tras ser pillada in fraganti por un niño.
O me guardas el secreto y te doy galletas, o te van a comer
vivo lentamente mientras gritas de agonía tú solito fuera de los muros
*insertar sonrisa radiante*. Y así es como cerramos otra semana de aplauso. Con
una amenaza silenciosa a un niño, Rick con su mirada de loco y una pistola en
el bolsillo, echando de menos las salpicaduras de cuerpos putrefactos. A
nuestros yonkies de la supervivencia les han puesto un campamento base con todo
lo que pueden desear rodeados de un campo de tiro. ¿Cuánto durará la utopía? ¿Será
todo efectivamente real y ha llegado el momento de olvidar? ¡Lo averiguaremos
la próxima semana!
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