The Walking Dead vuelve con la mejor de las intenciones. Con un capítulo fresco, descarado y marcando un nuevo punto de inflexión en la trayectoria de la serie. Después de este capítulo, muchas cosas van a cambiar en el mundo de nuestros supervivientes.
Woodbury, La Terminal. Son dos referencias constantes desde el inicio hasta el final de este capítulo. Un nuevo mesías se presenta ante estos desgastados supervivientes, torturándoles una vez más con la tierra prometida. Son muchas decepciones las que van lastrando el camino del apocalipsis. Y por qué no, vamos a sumar a eso la revelación de la verdadera identidad de Eugene, y con ello la pérdida de las esperanzas depositadas en Washington. Pero otra vez, otra, como un maldito ciclo vital, que hace cierto ese dicho de que la historia siempre se repite, se presenta la necesidad de decidir, confiar en los nuevos o alejarse corriendo. Aunque, yo también, prefiero tomar la decisión después de haber cascado un buen gancho de derecha.
Woodbury, La Terminal. La experiencia es un grado. Pero en este caso se invierte la metáfora del lobo. Que viene el lobo, dice el mentiroso. Y cuando viene de verdad, es cuando nadie se lo espera. Aquí la situación se invierte. ¿Cuándo sabremos entonces que es la buena? ¿Qué de verdad vienen a salvarnos? ¿O es que vamos a perder definitivamente la fe en la humanidad? Si dependiera de Rick, eso habría ocurrido hace varias temporadas. Por suerte, The Walking Dead aún conserva en plantilla ilustres ignorantes como Glenn o Michonne, que hacen las veces de objetores de conciencia a la "Ricktadura". Con la ayuda de Abraham, que de momento no es más que una mole estripazombis con escaso recorrido argumental, van a comprobar la versión dada por el nuevo, Aarón. Parece ser que no mentía, los vehículos están ahí. Por el momento, el futuro parece prometedor.
Woodbury, La Terminal. Es mucho el sufrimiento padecido por nuestros supervivientes, muchos colegas perdidos por el camino. Una simple confesión no es suficiente para que Rick confíe plenamente en los cantos de sirena del conseguidor. Tras mucho pensarlo, deciden partir, pero por una ruta totalmente distinta a la que supuestamente mejor conexión tiene entre la cabaña y Alexandría. Esta decisión nos permite vivir los mejores momentos del capítulo.
"Cuando veo que la cosa se pone aburrida, meto una horda de zombis y se acaba del problema" Esa frase de Robert Kirkman la tengo grabada a fuego desde hace años. ¿Qué mierda es esa de una autopista despejada en pleno apocalipsis?. Venga zombis ahi a punta pala, y de noche, claro que sí. En esta ocasión no ha habido que lamentar ninguna baja. Pero el show ya cuenta con el factor psicológico. Para bien o para mal hemos comprobado que no duelen prendas quitarse un personaje de encima en cualquier momento, sean dos en un mismo capítulo (Lori/T-Dog), sean varios en capítulos consecutivos (Dale-Shane /Beth-Tyreese). A punto estuvieron de hacer un hack-trick con Glenn, pero no, todavía no le ha llegado el momento.
Woodbury, La Terminal. Una vez superados los momentos más tensos del capítulo, vuelven a aparecer los viejos demonios. ¿Y si después de todo volvemos a caer en una trampa? Sería irónico haber acabado así. Pero uno se relaja cuando ve a Aarón respirar aliviado al reencontrarse con su compañero de viaje, Eric, y fundirse en un profundo beso. Los homosexuales no pueden ser mala gente. ¿He leído por ahí que un padre en Estados Unidos se ha sentido ofendido por esta escena? Ok. Mi hijo viendo cadáveres putrefactos devorando personas todo normal. Pero un beso entre dos hombres, dios santo que aberración.
Por remarcar la anécdota del capítulo, el momento en el que Glenn ha tenido que tirar de la segunda batería de la caravana para ponerla en marcha. "¿Cómo lo sabías?" Es la pregunta de Abraham. Hmm. Una pequeña sonrisa, todos sabíamos la respuesta.
Woodbury, La Terminal. Reverencia extrema a esa capacidad sobrenatural que poseeAndrew Lincoln para transmitir sensaciones. Ha cogido su personaje y lo ha interiorizado de tal manera que es bastante probable que tras concluir la serie al actor le queden secuelas por desdoblamiento de la personalidad. Son 11 segundos, no dura más. Contados. 11 segundos los que dura esa profunda mirada, que sintetizan a la perfección 5 temporadas de una de las mejores series de la historia de la televisión. Durante esos segundos ves evaporarse de golpe toneladas y toneladas de peso acumulados a las espaldas, de culpabilidades, remordimientos, de incertidumbres. Porque las malas sensaciones se evaporan cuando el sonido que se percibe, no es el silencio más absoluto, cual lobo que aguarda el descuido de su presa, sino el alegre eco de unos niños jugando. Pero ¿y si al final de todo es verdad que la historia siempre se repite?
Woodbury, La Terminal, Alexandría.
Woodbury, La Terminal. Una vez superados los momentos más tensos del capítulo, vuelven a aparecer los viejos demonios. ¿Y si después de todo volvemos a caer en una trampa? Sería irónico haber acabado así. Pero uno se relaja cuando ve a Aarón respirar aliviado al reencontrarse con su compañero de viaje, Eric, y fundirse en un profundo beso. Los homosexuales no pueden ser mala gente. ¿He leído por ahí que un padre en Estados Unidos se ha sentido ofendido por esta escena? Ok. Mi hijo viendo cadáveres putrefactos devorando personas todo normal. Pero un beso entre dos hombres, dios santo que aberración.
Por remarcar la anécdota del capítulo, el momento en el que Glenn ha tenido que tirar de la segunda batería de la caravana para ponerla en marcha. "¿Cómo lo sabías?" Es la pregunta de Abraham. Hmm. Una pequeña sonrisa, todos sabíamos la respuesta.
Woodbury, La Terminal. Reverencia extrema a esa capacidad sobrenatural que poseeAndrew Lincoln para transmitir sensaciones. Ha cogido su personaje y lo ha interiorizado de tal manera que es bastante probable que tras concluir la serie al actor le queden secuelas por desdoblamiento de la personalidad. Son 11 segundos, no dura más. Contados. 11 segundos los que dura esa profunda mirada, que sintetizan a la perfección 5 temporadas de una de las mejores series de la historia de la televisión. Durante esos segundos ves evaporarse de golpe toneladas y toneladas de peso acumulados a las espaldas, de culpabilidades, remordimientos, de incertidumbres. Porque las malas sensaciones se evaporan cuando el sonido que se percibe, no es el silencio más absoluto, cual lobo que aguarda el descuido de su presa, sino el alegre eco de unos niños jugando. Pero ¿y si al final de todo es verdad que la historia siempre se repite?
Woodbury, La Terminal, Alexandría.